Desde la publicación de las tesis de Kuhn en los años 60 del siglo pasado, nos vienen contando que las ciencias no avanzan de forma continua, sino a saltos: cuando un paradigma aceptado y reconocido por la comunidad científica, que se ha ido completando con aportaciones sucesivas, fracasa en el intento de explicar los efectos de un determinado suceso, se espera que esa ciencia pase por un periodo nebuloso hasta que aparezca un nuevo paradigma, cuya aceptación se basaría, en buena medida, en su capacidad de explicar lo que el anterior paradigma no podía.
El ejemplo más usado, al menos en economía, es el del fracaso del llamado modelo clásico para explicar la Gran Depresión de 1929. Como se sabe, este paradigma no concebía que el desempleo ni la baja actividad económica pudieran ser fenómenos duraderos. Desde su perspectiva de una economía plenamente flexible, ante una recesión solo haría falta esperar a que los precios se redujeran en la cuantía necesaria para conducir el ajuste de la economía hacía el anterior nivel de producción, pero a precios más reducidos. En definitiva, la caída de la actividad económica y el aumento del desempleo durarían lo que los precios tardaran en ajustarse.
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¿Ciencia económica?: esperando la humillación definitiva - OpenMind
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